[Lee aquí los capítulos anteriores] No es la primera vez que me sumerjo en un mercado ambientado en la época medieval, bueno, renacentistas, o lo que sea, pues el rigor histórico no es lo fuerte de este evento.

Me explica mi amigo que este tipo de mercados no buscan una representación histórica, son como una feria ambientada con música, comida y juegos. Destinada más a la diversión que a la formación. Si es así, me pareció animada, aunque la comida me dejó el estomago bastante mal, cada día soporto menos las comidas copiosas.

Me gustó, me animó, y con el paisaje del castillo como fondo, me pareció un evento alegre y divertido. No sabía que llevaban años haciendo esta fiesta, y me explicó “El Bigotes”, en su línea de criticar todo, que la ubicación anterior era mejor. Que no pegaba nada donde estaba ahora.



Le pedí que me siguiera contando, y comprendí que su espíritu de queja no tenía fin. Poner los puestos ambulantes en calles Luna y Palacios, dejando en la primera de ellas casi ocultos escaparates y casapuertas, era el lugar idóneo, según él. Además, ocupando la plaza de la Iglesia le daba vistosidad.

Le comenté que no era muy apropiado sacar la custodia del Corpus entre vapores de carnes asada, aunque me explicó que no siempre coincide. De todos modos, y por mucho que él se empeñe en que la Edad Media se vincula a las Iglesias, yo la vinculo más a las faldas de los castillos, las iglesias las dejo mas para el Renacimiento.

No puedo opinar porque no coincidí en mis visitas nunca con este mercado, pero lo que vi, el entorno, la ubicación, me agradaron, opinión muy personal. Pero me parece más acertado situar el evento en un entorno más apropiado a la época que trata de evocar, eso sí, sin descartar la movilidad del acto.

Aunque yo, clásico como soy, prefiero ver tabernas, tragafuegos y dragones en el Castillo que en la Iglesia. Claro está, “El bigotes”, con su odio a muerte a quienes están, considera adecuado cualquier sitio menos el que decida la corporación, y además con sólidos argumentos.